jueves, 15 de marzo de 2018

Ciencias y letras



Fachada del actual CEPA Tetuán

Por Marisa Díez

Tuve un profesor de matemáticas bastante peculiar en tercero de BUP. Se llamaba César y le recordé de repente hace unos días, mientras  paseaba por el barrio y me planté frente a mi antiguo instituto, el Tetuán-Valdeacederas. Mi memoria me trasladó a los primeros ochenta, cuando recorría el mismo trayecto cada tarde. El camino terminaba en una empinada cuesta, que se embarraba los días de lluvia, con varios tramos de escaleras al final. Ahora la calle ha variado su fisonomía y se encuentra perfectamente asfaltada y delimitada por estrechas aceras. Nada es igual; incluso la fachada de mi instituto está pintada de un color indefinido, próximo al naranja, que ha borrado de un plumazo ese tono rojo que lo caracterizó desde su inauguración, allá por 1980.

Sin apenas esfuerzo me vi transitando por aquellos pasillos y por sus aulas. Entonces me acordé de él y pude vislumbrar sus rasgos con singular nitidez. César era más bien rechoncho, lucía un espeso bigote y un rostro casi siempre enrojecido. Le precedía una fama de profesor duro y exigente, extremo que pude corroborar durante el curso en el que fue titular de la asignatura maldita. En cada evaluación, los suspensos superaban ampliamente a los aprobados y, de éstos, muy pocos conseguían una puntuación superior al casi inalcanzable “suficiente”. No es necesario explicar que yo no me contaba en este grupo de privilegiados. A duras penas conseguí aprobar la primera evaluación; de las siguientes mejor ni hablamos. Al final del curso apareció una tarde en clase y, con una extraña sonrisa, fue desgranando uno a uno los nombres y apellidos de todos nosotros, seguidos de su nota final: sobresaliente, notable, bien, suficiente, suficiente, suficiente… Había decidido dar un aprobado general a sus alumnos porque ese mismo año abandonaba el instituto y quería premiar así nuestra paciencia con su eterno gesto torcido y su cara de pocos amigos. Ni qué decir tiene que el alborozo fue general y, desde ese mismo momento, pasamos a adorar sin condiciones al mismo que hasta entonces había sido el causante de gran parte de nuestras desdichas.

En un aparte, César me aconsejó que ni se me ocurriera al curso siguiente elegir como optativa las matemáticas: “Lo tuyo son claramente las letras y ni por asomo pienses que vas a aprobar esta asignatura como te toque dar clase con Aurora”. No le hice caso; me declaré en rebeldía contra el latín, que debería haber escogido en contrapartida, y así me fue… Efectivamente, la tal Aurora en ningún momento mostró la más mínima compasión y me dejó tirada en COU con un único suspenso, lo cual me hizo perder un año entero de mi vida académica dedicado a intentar resolver derivadas e integrales, y retrasar un año mi acceso a la Universidad.

Antiguo instituto Tetuán-Valdeacederas. (A.Ortiz.2012)

Pensaba en toda esta historia mientras caminaba por la calle que ocupa mi antiguo instituto y empecé a divagar sobre las consecuencias de haber obviado el sabio consejo de mi profesor de matemáticas. Llegué a la conclusión de que en mi vida, como en la de tanta gente, supongo, se han sucedido una cantidad demasiado relevante de elecciones equivocadas. Pensé que si existiera la posibilidad de volver atrás, haría tantos cambios que nada tendría que ver con lo que al final ha resultado. Ya sé que es una utopía y que no queda más remedio que apechugar con la frustración que nos provoca el no haber sabido escoger lo que de verdad nos convenía. Pero toda elección conlleva un riesgo que es necesario asumir. Me consolé pensando que nadie nace enseñado y que es preciso caer una y otra vez para poder seguir levantándose. Y que nunca es demasiado tarde para intentar enderezar el rumbo.

Retomé mi paseo por la calle de mi antiguo instituto. Comprobé con pesar que donde antes estaba la panadería ahora se levanta un bazar chino; que de la churrería no queda ni rastro, ni tampoco de la tienda de gallinejas. El antiguo estanco, en la actualidad mucho más moderno, se ha trasladado unos metros más arriba. Y el Marysalvi, el bar de mis primeras cañas con los compañeros de clase, está a punto de ser traspasado. Todo era distinto y, sin embargo, algo en el ambiente me hizo sentir protegida. Así que eché por última vez la vista atrás, esta vez únicamente para coger impulso. Y me entretuve cavilando de cuánto tiempo dispondría, según el cálculo de probabilidades, antes de cometer mi siguiente error. Por más vueltas que le di, no fui capaz de encontrar la solución. Y es que ya me lo dijo César hace más de treinta años. Qué le voy a hacer. Yo soy de letras.



9 comentarios:

  1. Me encanta cómo escribes.
    Y por si te quieres pasar un día; los antiguos dueños del Marisalvi, tienen hoy el Gambrinus de Mirasierra, que no está precisamente allí, pero está cerca, y otro Rte en las Tablas, El Bamberg. De los de las gallinejas lamento no tener noticias...

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    1. Fernando Cebrián, acabo de caer. Ya sé quién eres. Bueno, eso creo, jajaja

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  2. Muchas gracias, Fernando. No sé si coincidiríamos por edad en el instituto, pero por lo que dices, es posible. La verdad es que tomé algunas cañas en el Marisalvi, pero mi bareto de verdad era el Lobo, que estaba en la calle justo de enfrente al instituto. Menudo salto, de Pinos Alta a Mirasierra... Buenos tiempos y buena gente la del instituto.

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  3. Bueno, bueno, chicos... Y eso que aquello eran los años 80. Os faltó conocer el Insti antes de su remodelación, a finales de los 70.

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  4. Cómo recuerdo aquellos tiempos, decirte que yo ni me presenté al examen con César. Pero después tuve la cara dura de ir a hablar con él y decirle que no había podido asistir y me dijo que no había problema, que estaba aprobada. De Aurora que te voy a contar, la tuve en primero, me hizo odiar las matemáticas con todas mis fuerzas, aquella mujer era una nevada para la docencia, llenaba la pizarra de arriba a abajo de desarrollos. Para mí la mejor sin duda fue Beatriz.Bueno, al final soy una señora asesora fiscal que no está mal.
    Me encanta cómo escribes. Un besazo

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  5. Gracias Anónima, que ya sé quién eres. Lo que no me acuerdo es dónde fuiste a parar en COU para librarte de Aurora. Bueno, ya me lo contarás. Un beso, guapa.

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  6. Pues en cuanto a letras esta claro que acertastes porque escribes magnificamente me alegro de haber compartido un curso con gente que tiene ese gusto para contar asi las cosas y hacernos participes de ellas

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  7. Gracias, Javier. Supongo que tú también tuviste la suerte de vivir aquella época dorada, que nos hizo convertirnos,más o menos en lo que ahora somos. Lo único es que si no me das más señas, ahora mismo no te ubico. Y te advierto que mi memoria de entonces la tengo intacta, no como la de ahora, que ya me empieza a fallar...

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