miércoles, 13 de diciembre de 2017

Necesito un héroe


Por Marisa Díez

Hace unos días fui consciente de la cantidad de mitos que se me han caído en los últimos tiempos. Hasta podría asegurar que ya no me queda ninguno en pie, excepción hecha de mi madre, claro está, que sigue imbatible en el primer puesto del pódium desde que asumí que soy absolutamente incapaz de parecerme siquiera un poquito a ella en lo que se refiere a valores tales como valentía, tesón e integridad.

Pero una madre es una madre y adorarla no tiene nada de insólito ni de particular. Más extraño es profesar una admiración sin límites por otras personas que, la mayoría de las veces, desconocen el entusiasmo que provocan en ti. Si le preguntaran a cualquiera de mi círculo familiar más cercano, probablemente contestarían que el primer ser que despertó en mí este sentimiento fue mi tío, uno de los hermanos de mi madre. Cada vez que se presentaba en casa, sin previo aviso, era una fiesta. Jugaba con nosotras, nos disfrazaba, nos llevaba de paseo en su inolvidable seiscientos o pasábamos tardes enteras en su casa, atiborrándonos de caramelos y correteando por ese apartamento que a mí siempre me pareció el hogar perfecto. Llegué a tener una foto enorme suya que coloqué al lado de mi cama, como si pretendiera de esta manera ahuyentar los fantasmas que cada noche me acechaban en forma de pesadillas. Sí, mi tío fue mi primer ídolo, sin duda, por el cariño sincero que nos profesaba y por su amor incondicional hacia los niños.

Después de él, y sin llegar a desterrarle del todo de mi personal escalafón, disfruté de algún otro héroe. Mi primera compañera de colegio, o quizá aquella profesora de infantil que se convirtió en objeto de adoración por sus muestras continuas de afecto hacia sus pequeños alumnos. Y mi amiga Elena, que aun siendo dos años mayor que yo, nunca dejó de jugar conmigo ni de prestarme sus muñecas.

Pero según va pasando el tiempo, me resulta cada vez más difícil encontrar algún personaje merecedor de integrar con dignidad mi particular limbo mitológico, por lo que, a menudo, lo descubro vacío de héroes. No sé bien si será mi culpa o que mi nivel de exigencia raya en lo inalcanzable; lo cierto es que, a día de hoy, no consigo añadir ningún elemento nuevo a mi grupo de escogidos. Menos mal que aún conservo un apartado dedicado íntegramente a mis ídolos profanos. A veces me agarro a ellos como una lapa y por eso sigo venerando, por ejemplo, a ese cantautor que todavía no ha conseguido defraudarme y ante el que continúo quitándome el sombrero cada vez que leo o escucho alguna de sus declaraciones. Y aunque él no pertenece a lo que llamaríamos, de manera estricta, mi esfera personal, es lo más parecido que encuentro a uno de esos ídolos que todavía no ha llegado a manchar sus pies de barro.

Y yo necesito alguien a quien admirar. Soy muy simple y me hace falta descubrir en los demás aquellos valores de los que carezco, para así intentar parecerme un poquito a ellos. Pero reitero mi incapacidad para encontrar nuevas deidades que integren mi particular universo fetiche. Y como ya os he informado de que en los últimos meses se me han caído alguna de mis estatuíllas favoritas, ahora no encuentro ningún campeón idóneo para cubrir los huecos que me han quedado vacantes. Asumo que el nivel materno es imposible de alcanzar, pero, yo qué sé, ¿tan difícil está la competición para que nadie se acerque, ni siquiera un poquito, a mi personal e intransferible Olimpo de los dioses? Al final, no me va a quedar otra que seguir en mi búsqueda para reponer las piezas perdidas de mi estantería. Si no tengo más remedio, rebajaré mi nivel de exigencia, porque yo, sin mis héroes, es que no soy nada.

Hay ídolos que, después de desplomarse, jamás vuelven a ocupar su primitivo lugar en el ranking. Otros, por el contrario, a fuerza de superar las pruebas a las que se les somete, consiguen situarse en un espacio más o menos cercano al que un día ocuparon. De ellos, y sobre todo, de mi capacidad para asumir la certeza de que cualquiera puede, en un momento de descuido, sumergirse en el lodo, dependerá que en mi altar vuelvan a reinar mis héroes caídos.




No hay comentarios:

Publicar un comentario