miércoles, 25 de octubre de 2017

Preguntas en la noche

Por Marisa Díez


Cada noche, antes de acostarse, dedica unos minutos a contemplar desde su ventana ese cielo vacío de estrellas que cubre Madrid. Acostumbra a realizar así una especie de balance de cada jornada, intentando dejar la mente en blanco para no pensar que, de forma habitual, sus días transcurren sin un ápice de emoción y con bastantes dosis de rutina. Tampoco es que se sienta en este punto demasiado diferente al resto de los mortales que pululan a su alrededor, cada uno sobrellevando como puede sus peculiares e intransferibles historias. Después se esfuerza en buscar la estrella que brilla sobre las demás, la misma que unas noches se empeña en esconderse y otras, inexplicablemente, luce con un destello especial. Y entonces supone que tras de ella se esconden personas diferentes con las que conversa, según y cómo le haya ido el día, más o menos resignada, más o menos satisfecha, más o menos feliz. Le gusta pensar que le escuchan aquellos que ya no están y desde ese hipotético lugar donde se encuentran le ofrecen las respuestas que a ella siempre se le escapan. Sí, piensa en los que se han marchado pero también en los que están lejos y a los que no puede tocar ni abrazar. Cada vez necesita más abrazos y menos palabras huecas. En un abrazo, suele pensar, lo intuyes todo. Nadie te puede engañar con un abrazo sincero. Y te da tanta fuerza o, por el contrario, te proporciona tal desazón…

A menudo divaga pensando si en algún momento la vida le regalará un giro sorprendente, inesperado, para sacarla de ese agujero en el que se encuentra perdida. Ha escuchado historias, conoce casos concretos y puede asegurar que a veces ocurre. Un día te levantas y ya nada es igual que ayer. Y sin embargo, cuando tuvo la extraña sensación de que algo estaba a punto de estallar, se encogió y sintió miedo. Un miedo irracional a lo desconocido que no está segura de saber enfrentar. Como si el mundo fuera a desaparecer bajo sus pies y después no quedara nada más que un inmenso vacío. Se vio perdida, caminando de un sitio a otro sin llegar a ningún lugar concreto. No podría asegurar si fue un sueño o si realmente una especie de cataclismo estaba a punto de poner patas arriba los cimientos en los que sustentaba su existencia. Se vio sola, alejada de sus seres más queridos, abandonada a su suerte y enfrentada a un mundo que le resultaba hostil y desconocido. No estaba segura de estar soñando cuando descubrió que debía empezar de cero e inventarse una nueva vida en la que no cabían todas las personas que habían sido indispensables para ella hasta ese momento. Tuvo ganas de gritar pero sólo acertó a permanecer callada. Ningún sonido salió de su garganta y sólo cuando la angustia estaba a punto de ahogarla, despertó.

Se levantó inquieta. No recordaba el momento en el que se había ido a la cama. Hubiera jurado que seguía contemplando esa estrella que brilla sobre las demás. La noche anterior había sido especialmente despejada en Madrid y la conversación resultó más larga de lo habitual. Pero, como casi siempre, no había encontrado respuestas. Desde el mundo en el que están instalados aquellos con los que habla, las cosas no se ven de la misma manera. Lo difícil se vuelve sencillo o, al contrario, todo lo que a priori parece imposible, se llega a convertir en realidad. Cuando esa mañana abrió los ojos, lo que vio a su alrededor le resultó extraño. Se descubrió de repente instalada en una vida que no le pertenecía. Su pequeño castillo de naipes se estaba desmoronando al retirar la última carta que lo mantenía en pie. Desde aquel día anda buscando la salida y se afana en descubrir el momento exacto en el que sintió esa especie de chasquido que tiró por tierra su frágil equilibrio.

La luna llena tiñó de una luz blanquecina el turbio firmamento de Madrid y esa noche le fue imposible divisar su estrella más brillante. Quizá mañana tenga más suerte, se dijo como para sí misma, mientras le rondaba por la cabeza una de esas frases del maestro Benedetti que había leído en su ordenador aquella misma mañana: “Cuando creíamos que teníamos todas las respuestas, de pronto cambiaron todas las preguntas”.



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