Hace tiempo que decidí no escribir aquí por obligación, por mantener una sana regularidad. Desde que la salud, eso que damos por supuesto como nuestro estado natural, se me reveló como un regalo que hasta ese momento se me había concedido de forma gratuita e inmerecida, como un milagro, decidí que escribiría lo que pudiera y cuando pudiera, olvidándome de hábitos saludables.
Esta semana iba a “pasar”. Y eso que ayer oí en las noticias un dato sorprendente y sobrecogedor, un dato que se mencionó con ese automatismo aséptico de las locutoras profesionales que me convence de que no piensan en realidad lo que están diciendo cuando leen en sus “teleprompters”: la primera causa de muerte “no natural” en España, por encima de los accidentes de tráfico, era el suicidio. Se mencionó el número de suicidios diarios durante el 2014 (de ese año creo que era la estadística), un número que me resultó incomprensible e inimaginable. No sé, pensé que debía escribir algo sobre algo tan díficil (o quizás no) de entender, pero no me vi con fuerzas. Ni con palabras, en realidad. El hecho me dejó muda y no he logrado aún superar la estupefacción inicial y encontrar un camino hacia una relativa comprensión.
Imre Kertész (Foto: |