sábado, 20 de febrero de 2016

Mi amigo Toni

Por Marisa Díez


Esta semana, un amigo se dispone a cruzar la frontera. El domingo 21 es el día en el que, si la memoria no me falla, cumple sus primeros cincuenta años de vida. O el medio siglo. O entra en la cincuentena. O como se quiera definir semejante hecho. El caso es que los cumple sin remedio, algo que no está nada mal, considerando la alternativa, que diría alguien por ahí.

Mi amigo Toni es el tercero de mi lista particular que, en lo que va de año, alcanza la cifra fatídica. Ya sé que, matemáticamente, se trata sólo de un cambio de dígito. Y que su rutina va a seguir más o menos igual un día antes, estando en la cuarentena, que un día después, estrenando la nueva década. Pero qué queréis que os diga, yo en su lugar estaría asustada. Y eso que a mí todavía me queda un montón de tiempo para llegar a tan escandalosa edad…

Hace ya cerca de dos años, a mi amigo Toni la vida le dio un vuelco inesperado. Tardó un poco en superar el shock, pero ahora, aunque sigue en el intento de recomponer las piezas del puzzle que se le descolocaron, ahí está, hecho un chaval y recuperando parte del tiempo que había dejado atrás sin enterarse. Durante bastantes años le perdí la pista, aunque nunca dejé de tenerle en mi pensamiento. Es de esas personas a las que no olvidas una vez has tenido la suerte de conocer. Además, mi amigo Toni y yo éramos dos compinches y llevábamos a rajatabla la consigna que nos impusimos en los años de nuestras aventuras adolescentes: reírnos, con la máxima fuerza posible, absolutamente de todo y de todos, con el descaro y la inconsciencia propias de aquella edad en la que no existían límites ni ataduras.


Uno de esos días en los que, sin saber bien por qué, te ataca la nostalgia, me decidí a recuperarle. Me dispuse a bucear por internet buscando pistas fiables de por dónde había podido ir su vida. Me costó dar con él, pero, con ayuda de una amiga conseguí su dirección de correo electrónico y, acto seguido, le envié un mensaje con mi número de teléfono y la esperanza de que no se hubiese olvidado de mí. No me defraudó. En un par de días sonó mi móvil. Y, a partir de entonces, comenzó de nuevo a formar parte de mi pequeño mundo, ahora convertido en un respetable profesor de universidad, él, que se pasaba los veranos robando horas como podía a nuestras juergas para intentar aprobar en septiembre alguna que otra asignatura que le había quedado colgada.

Mi amigo Toni es un tipo genial y muy cariñoso. Cada vez que nos vemos sigue obsequiándome con uno de esos abrazos tan suyos y tan sinceros. Se refiere a mí por el diminutivo de mi nombre y eso es algo que le consiento a él, tan sólo por el hecho mismo de ser él. Ahora nos vemos de vez en cuando, nos mensajeamos y hablamos con cierta asiduidad, circunstancia que me reafirma en la necesidad de reciclar siempre a los viejos amigos, esos que no merece la pena dejar apartados a un lado del camino.

Y, en fin, que quede claro que con lo de viejo amigo no quería yo referirme a esa pila de años que se va a lanzar a cumplir en breve porque, a pesar de llegar a una edad, cuando menos, preocupante, él está lleno de proyectos y más feliz que una perdiz, si no fuera por los daños colaterales que le ha producido su cambio de vida. Pero de eso no vamos a hablar ahora aquí, porque es más que probable que esos daños queden reparados en un plazo breve de tiempo.

Mi amigo Toni cumple cincuenta, ya os lo he dicho, y yo prefiero poner la cifra en letra en lugar de en número para que, si es posible, resulte menos escandalosa. A mí es que esta edad me produce un cierto repelús, algo así como verte en la obligación de hacer balance y de pensar en los objetivos que todavía te quedan por cumplir. Pero sin embargo, yo sé que mi amigo Toni decidió hace ya algún tiempo tan sólo vivir el día a día, sin mirar mucho más allá. Y yo, que le alabo el gusto, sé que su vida va a ser estupenda a partir de ahora, y que toda esa senda que aún le queda por recorrer estará plagada de buenas vibraciones y deseos cumplidos. Total, para qué va a pensar de otra manera. Bastante tiene con aceptar, el pobre, que se ha hecho definitivamente mayor.  Muchas felicidades, compinche. Espero que nunca vuelvas a desaparecer de mi camino.


5 comentarios:

  1. Creo que a tu amigo Tony le va a gustar mucho su regalo de cumpleaños, Marisi. Por cierto, muy bien elegida la canción.

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  2. Creo que a tu amigo Tony le va a gustar mucho su regalo de cumpleaños, Marisi. Por cierto, muy bien elegida la canción.

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  3. Jejeje, ya has descubierto mi diminutivo para la legión de lectores de Diarios, verás tú... Sobre la canción, dudé entre varias, pero ésta me pareció la más adecuada. Si a ti te parece bien, seguro que entonces acierto. Por cierto, has publicado dos veces el comentario, así que gracias por duplicado.

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  4. Un excelente regalo de cumpleaños. Habrá que continuar con los nuevos sueños y proyectos creativos

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  5. Y lo mejor es lo económicos que resultan este tipo de regalos, que en los tiempos que corren es algo a tener en cuenta, no te creas.

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