viernes, 6 de noviembre de 2015

Rufino cumple años

Por J. Teresa Padilla

Sí, señoras y señores: hoy estamos de cumpleaños. Cuarenta y nueve según la partida de nacimiento, aunque quién lo diría. Nadie, a decir verdad. Según qué considere ese “quien” en cuestión podrían ser tanto ochenta como sólo seis añitos. Lo que desde cualquier punto de vista no le pegan nada son los que oficialmente cumple. La madurez como que no va con él. No sé si ya la pasó en algún momento, como el sarampión, o está por llegar, aunque, sinceramente, no termino de vislumbrarla.

Si las mujeres que últimamente le rodeamos en sus labores redactoras fuéramos una buena influencia, le habríamos regalado una visita al peluquero y a la sección de ropa para hombres de Zara (por este orden), que mucho me temo que sin cambio de imagen no vamos a lograr colocarle en ningún sitio. Pero como somos unas malas pécoras (y estamos bastante tiesas, todo hay que decirlo), sólo le hemos concedido el honor de subir solito por primera vez su artículo al blog de La vida en su tinta, todo un desafío para él teniendo en cuenta que su hogar forma parte de ese 25% que, según el INE, no dispone de conexión a internet. Así que, en lugar de leer este sentido y emotivo homenaje que le escribo hoy aquí, el pobre deambulará por esos “parajes internaúticos”, como él los llama (sobre todo porque no puede evitar escribir “paraje” a la menor ocasión), todo nervioso ante la incertidumbre de que la hora de conexión que le está permitida en la biblioteca pública sea suficiente para tan complejo menester. Lo asumo y hasta me regocijo en la venganza que semejante coincidencia me permite: por una vez tendrá un motivo realmente justificado para no leerme, como acostumbra, en plazo y forma.

La verdad es que éste no parece su día de suerte. Y para colmo, le he tocado yo como redactora de su felicitación. Pues es preciso señalar que, como único representante del sexo masculino de nuestro equipo, disfruta de un trato preferente por parte de casi todos los demás miembros (que somos, en realidad, todas las demás miembros -¿o será miembras?-). Un trato privilegiado que he denunciado en más de una ocasión, sin demasiado éxito, alegando que, además de suponer un agravio comparativo (con respecto al que, sin ir más lejos, recibe servidora), lo echa a perder aún más de lo perdido que pueda estar ya. Porque, ¿de qué sirven mis esfuerzos por enderezarlo y llevarlo por el buen camino lingüístico si, cuando escribe una frase ininteligible o se le escapa algún gazapo, las mujeres de su vida (tintera) suspiran un "cosas de poeta"?

Sí, José María Ruiz, es más conocido entre nosotras como "el poeta" (Juana, la malcriadora oficial), "el ilustrado" (alias popularizado por Marisa y que sospecho irónico), "el macho alfa" (desde que Vito entró en su vida, Esperanza tiende a interpretarlo todo en clave canina) y, sobre todo, como Rufino. Hinojosa para más señas: el protagonista afectado de triple personalidad (lo que añade dos nombres más a la lista: Martín y Berg) de esa biografía delirante que publica por entregas en La vida y nos tiene a todos sobre ascuas. A estos nombres habría que añadir un alias anterior, el peor de todos, con el que el interesado solía firmar algunos de sus escritos ("el josito audaz").

Él se considera, y así consta en los papeles, un escritor cinematográfico. Lo de su pasión por el cine es una cuestión peliaguda en la que, dada la fecha, me voy a abstener de profundizar (para que luego me acusen de ser mala persona). A mí, personalmente, me gusta mucho más cuando escribe sobre otras cosas, y él lo sabe. Lo sabe, me sonríe y lo ignora. Teniendo en cuenta la cantidad de nombres y sobrenombres que atesora resulta extraño que tenga tan claro quién es y lo que quiere, pero así es.

Aparte del cine y, a gran distancia, la escritura, a nuestro Rufino le gustan las novelas populares de los años treinta, los frutos secos que recolecta él mismo, los congelados de La Sirena, las ensaladas de Carrefour, los perros (que, como son tontos, le corresponden) y los gatos (que si, como el Lino de Juana, aspiran a la santidad, le toleran). ¿Qué más puedo decir? Que nos hace reír un montón con sus extravagancias (que todavía no tenemos claro si dice en serio o en broma) y que aguanta la cerveza mucho peor que nosotras, sus "reinas". ¡Cómo no le vamos a querer!

Muchas felicidades, guapetón.


5 comentarios:

  1. ¡Genial, Teresa! Has dado en el clavo. Quien no le conozca se puede hacer una idea clara de la forma de ser de nuestro personaje. Aunque no sé, lo mismo al descubrir la cruda realidad se quedarían con la boca abierta. Rufino es libertino, divino y ¿superficial? Hombre, esto último siempre y cuando no estemos hablando de cine, por supuesto...

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  2. Lo que nos queda por averiguar es cómo baila, así que ya sabes, guapo, lo que toca la próxima vez que nos veamos.

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  3. Seguro que acepta, y menudo ventile que iba a darle a la melena, hasta podría fustigarnos con ella en algún giro de cabeza. Desde que disfruta de nuestra compañía está deseoso de nuevas experiencias, ¡cómo aspiraba el humo de mis puritos el último día!
    Tenemos que darle màs; a ver qué se nos ocurre...

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  4. Habrá que pensar, sí. Tres cerebros femeninos pensando en explotar el lado libertino de Rufino. Si yo fuera el, me echaría a temblar.

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  5. Realmente creo que nunca se le verá bailar a este muchacho, mucho más fácil será trovar una copla o una romanza de zarzuela al oído. El chiquillo queda bien retratado, añadiría su deriva hacia la vagancia, y bien creo que se pasaría toda una mañana en el parque jugando con un perro. Bien es verdad que no recuerda la última vez que paseó por un Zara, y el peluquero puede seguir esperando. No madura este pilluelo y mal se pierde en la belleza de la mala literatura. Si es que al final casi no tiene remedio. En todo caso, no pierdo la esperanza.

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