lunes, 14 de septiembre de 2015

Volver a empezar

Foto: Teresa Padilla
"(Ojo conmigo) Desconfíen siempre de un autor de ‘pecios’. Aun sin quererlo, le es fácil estafar, porque los textos de una sola frase son los que más se prestan a ese fraude de la ‘profundidad’, fetiche de los necios, siempre ávidos de asentir con reverencia a cualquier sentenciosa lapidariedad vacía de sentido pero habilidosamente elaborada con palabras de charol. Lo ‘profundo’ lo inventa la necesidad de refugiarse en algo indiscutible, y nada hay tan discutible como el dicho enigmático, que se autoexime de tener que dar razón de sí. La indiscutibilidad es como un carisma que sacraliza la palabra, canjeando por la magia de la literalidad toda posible capacidad significante”. (R. Sánchez Ferlosio, Campo de retamas).

Por J. Teresa Padilla

Volver a empezar, iniciar una nueva vida… Dicen que es posible. La red está llena de atractivas y estimulantes frases, por lo general ilustradas con imágenes tan supuestamente hermosas como ellas, que te lo recuerdan; como te recuerdan y te dicen muchas otras cosas, pero especialmente las que gusta en general que te recuerden y te digan. En algún momento habría que pensar qué dice de nosotros el indudable éxito de esta forma de pensamiento aforístico y amable, sobre todo amable, aunque no hace falta una profunda y detenida reflexión para concluir que estamos dispuestos a todo con tal de sentirnos mejor. A todo, especialmente a engañarnos a nosotros mismos (y, preferentemente, con el menor esfuerzo posible, o sea, vía sentencia breve). Eso de “la verdad, aunque duela” (lo que, por otra parte, suele ser el caso -¡menuda zorra está hecha!-) no va con nosotros. Y si encima nos exige pararnos a pensar… En el fondo, se trata de vivir o sobrevivir encantados de habernos conocido para poder, como algún jugador de fútbol ha hecho, cifrar la fidelidad a nosotros mismos en no tener que arrepentirnos de nada y proclamar a los cuatro vientos que haríamos todo exactamente igual una y mil veces. Y, si no, si tenemos la desgracia de no ser lo suficientemente tontos para creérnoslo, pues a empezar de nuevo, desde cero. Lo que no deja de ser una tontería igual, o mayor aún, que por lo menos la primera es mucho más cómoda.

Sí, una tontería. Porque volver a empezar es, se mire por donde se mire (aunque siempre y cuando se mire por algún lado), imposible. Desde cualquier punto de vista (biográfico, biológico, lógico, histórico, ético…). Exactamente tan imposible como cambiar o borrar nuestro pasado y, con él, nuestros errores y todo ese mal que hemos cometido de palabra u obra. Tan imposible como viajar en el tiempo (y no me habléis de su curvatura, de Einstein ni de física cuántica, porque no tengo ni idea de a qué se refieren, pero sí sé que eso de lo que hablan nada tiene que ver ni con mi tiempo ni con mi vida). Eso no quita que haya quien de verdad lo intente y aun crea que lo consigue. Que las personas somos capaces de ponernos en marcha con los fines más absurdos y de creernos las cosas más inverosímiles está demostrado de sobra (puedo dar fe en primera persona) y el hecho en sí demuestra, a su vez, que nuestra designación como animales racionales es, básicamente, un desideratum.
Las personas que un buen día deciden empezar una nueva vida son tan tontas o más que aquellas tan autocomplacientes que no cambiarían nada de la suya, pero mucho más valientes, dónde va parar. Y eso aunque en realidad no estén empezando nada, sino huyendo de sí mismos, de su vida anterior. Sí, esa extraña mezcla de valentía y cobardía de los suicidas. Y como el propio suicidio, muchas veces una tentación fascinante, en este caso la de convertirnos en otro o, cuando menos (porque visto así su absurdo resulta muy obvio), fingirlo con todas nuestras fuerzas con la esperanza de engañar a los demás y, quién sabe, hasta a nosotros mismos.

Vale, puede que no sea esto lo que se quiere decir generalmente con “volver a empezar”, que sólo se hable de un “cambio de rumbo”, más o menos radical, de la vida. Lo sé, soy muy literal, aunque nunca entenderé por qué cuando se pretende decir algo no se dice justamente ese algo en lugar de otra cosa (cansada estoy de decírselo a otro redactor de este blog al que dedico especialmente la cita que encabeza esta entrada). De todas maneras, la expresión tampoco es muy afortunada, que la vida tiene un rumbo o una dirección muy precisa que conduce directamente a su finalización y es imposible de cambiar. Al final, con esas sentencias aparentemente tan profundas, pero tan absurdas (véase: “siempre hay tiempo para volver a empezar”), se dice simplemente algo tan prosaico como que, si no te mueres antes (no siempre hay tiempo, no te dejes engañar), puedes intentar hacer algo diferente a lo que has hecho hasta ahora. Yo qué sé: mudar de profesión, emprender un nuevo negocio, cambiar radicalmente de aires, de religión, de peinado o de pareja. Esto sí que se puede (¡yuju!), en teoría al menos, que lo del cambio de profesión no he encontrado responsable de recursos humanos que lo crea (¡mierda!). Otra cosa es que sea realmente el cambio que buscas. O que eso que buscas sea un cambio y no otra cosa… ¡Menudo lío! Al final vamos a tener que envidiar al tonto autocomplaciente... No, eso sí que no.

2 comentarios:

  1. Pues sí, volver a empezar, como cada septiembre. Porque para mí, igual que para mucha gente, los años empiezan en el noveno mes del calendario, vaya usted a saber el porqué. De niña, acabas las vacaciones y empiezas el cole. Unos años después, el instituto y la universidad. Más tarde, vuelves al trabajo. Y ahora... Pues eso, ahora sí que es necesario volver a empezar de nuevo. El problema es cómo. A ver si me puedes dar una pista, que ando un poco despistada.

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    1. A la vista (lectora) está que yo ando peor que tú. Habrá que ponerse a dar vueltas sin ton ni son a ver si, por casualidad, damos con la respuesta. Total, más desorientadas que ahora no vamos a acabar.

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