viernes, 8 de mayo de 2015

Brainstintastorming

Por Esperanza Goiri

 Si has leído el título, lo primero que habrás pensado es: ¿Qué narices es eso? Si tienes paciencia para seguir leyendo te lo explico enseguida. Brainstintastorming es un palabro que me acabo de inventar, pero que es muy expresivo de lo que sucede una vez al mes, más o menos. Tu siguiente pregunta será: ¿Qué es lo que ocurre mensualmente? Pues que los “tinteros” se reúnen. Y, sí, no hace falta que te lo preguntes, ya te lo aclaro yo:  los “tinteros” somos un grupo de escritores independientes con formación en Periodismo, Humanidades, Diseño y Arte Gráfico. Así, al menos, nos definimos en nuestro blog La vida en su tinta. Lógicamente, para sacar adelante nuestro proyecto nos tenemos que reunir, debatir, sugerir, decidir…, y otro montón de actividades que no tienen cabida en ningún término reconocido por la Real Academia de la Lengua Española. De ahí la necesidad en que me he visto de crear una palabra específica. Como muestra de lo que ocurre en un brainstintastorming cualquiera, paso a contar lo que sucedió en el último.

Lino y Gala. Foto: Juana
En esta ocasión dejamos descansar el reservado de La Sureña y aprovechamos la hospitalidad de Juana, que nos recibió en su château. Fue una reunión muy concurrida. Además de los habituales, Íñigo aquel día decidió asistir y también contamos con la sigilosa y sedosa presencia de Gala y Lino, los gatos de Juana. ¿Que quién es Íñigo? Pues ese chico que en teoría iba a participar en La vida en su tinta y que, como el Guadiana, aparece y desaparece. En esta velada que nos ocupa, apareció y no llegó solo, vino acompañado de dos plum cakes y de un montón de excusas: búsqueda activa de empleo, colaboraciones de Photoshop y ¡la transcripción del Quijote a Facebook! En cuanto a esta ultima actividad intuimos que su objetivo debe ser entrar en el Guinness, porque leer, lo que se dice leer, no sé si conseguirá que lo haga mucha gente. Juana, desde luego, amenazó con bloquearle y Marisa dejó muy claro que de momento no le tenía como amigo y esta circunstancia no iba a cambiar ante la amenaza de un chorreo diario de: En un lugar de la Mancha de cuyo nombre

En descargo de Íñigo hay que decir que, como un caballero (alguien que se apellida Villacieros y Manso de Zúñiga no podría comportarse de otra manera), entonó el mea culpa y, sin que nadie se lo pidiera, se va a mantener en un discreto segundo plano, hasta el punto de no querer salir en la foto de grupo hasta cumplir con sus deberes y entregarnos la biografía de Valentina Harrington, ganándose así su condición de “tintero” de pleno derecho.

En cualquier reunión de La vida en su tinta, la comida y la bebida son parte importante del orden de día y ésta no iba a ser una excepción. Así que tras las fotos de grupo, con la coqueta biblioteca de Juana como fondo y el flamante y recién estrenado logo en sitio visible, se despejó la mesa de libros y ordenador para que el vino, los botellines y los variantes hicieran acto de presencia. Capítulo aparte merece la tortilla de patatas de Teresa. Era una tortilla de rasgos afroamericanos, pero como además de no ser racistas, gozamos de un excelente apetito, nos la comimos tan ricamente.

Se pusieron deberes para la próxima cita, que se ha fijado para el 12 de mayo, antes de los San Isidros. Tenemos que redactar una nueva entrega de nuestras respectivas biografías. Para casi todos sería el segundo capítulo menos para Rufino, que es un canalla y va por libre, por lo que, en su caso, nos enteraríamos del tercer episodio de su vida. Como ya vamos cogiendo carrerilla, también tenemos que escribir un cuento personalizado. Teresa tiene un conocido que igual nos puede proporcionar ilustraciones, así que en función de cómo sean asignaremos un tema a cada uno. Se debatió largo y tendido sobre el sistema de corrección, que no ha funcionado todo lo bien que debiera. Por unanimidad se decidió que la primera en corregir, al margen del orden alfabético o cualquier sistema objetivo y racional de turnos, va a ser Teresa. Aunque lo ha intentado, así nos los explicó y la creemos, es ver un correo con uno de los textos, y su alma de correctora irredenta la posee y no hay límite que frene sus ímpetus. Ya veremos si estos ajustes son efectivos. Juana nos enseñó las muestras de la página de Facebook y opinamos sobre colores, texturas y contrastes. Iba a estudiarlo y nos enseñaría las opciones para, tras nuestra elección definitiva, irrumpir en las redes sociales como es debido, con traje de gala.

Marisa y Juana nos aclararon que, en palabras textuales de la Tesorería General de la Seguridad Social, formamos parte de una “actividad marginal”. Así como suena; sin anestesia ni paños calientes. Hay que decir que a esas alturas de la tarde, con cierto grado de alcohol en sangre y todo tipo de sólidos, salados y dulces, trasegando por nuestros esófagos, los presentes, sin excepción, nos sentimos identificados, e incluso me atrevería a decir que orgullosos, con tal calificación. Lejos de desanimarnos, nos reafirmó en nuestro propósito de sacar adelante La vida en su tinta. Más que nada porque ser un outsider en la madurez de la vida no deja de tener su punto; cumplidos ya los cuarenta y tantos, montar algo en plena crisis, hacer de un reservado de La Sureña nuestra sala de juntas, quitarnos la palabra para dar ideas, ponernos deberes para la próxima reunión como alumnos aplicados, cumplir plazos, sacar tiempo e ilusión cuando las circunstancias son de todo menos favorables…, tiene un toque de locura que no sé dónde nos llevará (ya lo adelantaba Teresa en su blog: Don Quijote perseguía molinos de viento, nosotros memorias); pero dicen que lo importante no es el destino, sino el viaje, y ahí no tengo ninguna duda: voy con los mejores compañeros de ruta.

Sobre las nueve de la tarde, Íñigo y Marisa nos abandonaron por diferentes motivos. A Marisa su señora madre, su señor marido y una tortilla de patatas, ésta, a diferencia de la de Teresa, con rasgos caucásicos –lo sé porque vimos foto- la esperaban sin demora posible. En el caso de Íñigo, veintidós señores corriendo en calzones detrás de una pelota reclamaban su atención, también sin demora posible. El resto nos quedamos remoloneando y apurando con fruición los restos de la velada a la que Juana, como anfitriona espléndida que es, puso broche de oro con un té de jazmín. Ya sólo quedaba reparto de obsequios y vituallas. Gala y Lino, cuando nos vieron recoger chaquetas y bolsos, ronronearon de satisfacción y, aunque ellos pensaban que nadie los oía, yo escuché claramente que se decían el uno al otro: ¡Qué alivio, ya se largan estos pesados!

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