viernes, 3 de abril de 2015

Tiempo de pasión

Por J. Teresa Padilla

En la duda estaba de si procedía o no que publicáramos algo hoy, Viernes Santo. Desconozco las buenas prácticas o usos y costumbres de la blogosfera a este respecto y, hasta ahora, nunca en la breve vida de este blog había coincidido el día habitual de publicación con un festivo.

Andaba una con estas dudas cuando cayó en la cuenta de que el Viernes Santo también es conocido y denominado Viernes de Pasión. Y, claro, como una es como es, fue oír (más bien pensar) la palabra “pasión” y decidir que algo había que decir sobre la misma, así, a vuela pluma, como corresponde a un día no laborable (yo me tomo muy en serio y como un “deber laboral” escribir aquí –sí, os oigo, aguantaros un poco la risa-).

Zanjada, pues, la cuestión de si publicábamos o no algo el viernes por la súbita revelación del tema en cuestión y fijado el tono de la publicación, ligero, por el carácter festivo del día, el trabajo duro ya estaba hecho y sólo quedaba escribirlo.

Según el diccionario de la RAE, la pasión es, en primer lugar, la acción de padecer. Ya esta definición se merece un comentario. Mejor dicho, dos. Todavía mejor dicho, dos preguntas, más que comentarios. La primera dirigida a la RAE y a casi todos los demás diccionarios: ¿por qué nos torturan con este tipo de definiciones? Hablar de tortura puede resultar excesivo, o no (depende del carácter de cada cual). Para mí lo es. No sólo porque tengo que ir a la definición del verbo en cuestión (“padecer”), quien sabe si para volver a la de “pasión” para consultar el resto de las acepciones, sino porque luego, además, me quedo preguntándome qué ha de entenderse exactamente por la acción de un verbo. En este caso, ¿lo que se hace cuando se padece? Sí, pero cuidado, que “canción”, por ejemplo, no es la acción del verbo cantar (¿lo será canto? Sí, “acción y efecto de cantar”, dice). Para mí que “canción” también podría definirse como efecto de cantar y, por tanto, sinónimo de esa acepción de “canto”, ¿o no? (sí, también odio las definiciones “acción y efecto de…” que me llevan a estos estados de angustia semántica).

Y al hilo de esta definición, del significado del verbo “padecer” y de la tercera (la segunda es la Pasión de Cristo) acepción de pasión según la RAE ("lo contrario a la acción") surge mi segunda pregunta-comentario, que no sé a quién dirigir, así que la dirijo a todos y ninguno: ¿cómo lo contrario de la acción puede ser a la vez la acción de alguna cosa?

Nada como consultar el diccionario para entrar en un estado de incertidumbre semántica y de perplejidad filosófica. No creáis que mi observación contiene un consejo implícito de que os abstengáis de usarlo. Todo lo contrario. Su consulta nos conduce a un punto de partida socrático donde los haya, y éste es el principio de todo conocimiento auténtico.

Desgraciadamente me temo que no precisamente en mi caso. Con respecto al tema de la pasión, casi considero lo más apropiado no llegar a ninguna conclusión definitiva, sino permanecer y, en todo caso, acrecentar este estado de ignorancia consciente al que el diccionario me lleva. No sé, temo que la claridad sea incompatible con la pasión, que no sé exactamente qué es, pero quiero para mí. ¿Por qué? Porque tiene toda la pinta de ser un concepto contradictorio, absurdo y últimamente imposible. Justo, justo, lo que necesito para querer seguir viviendo.

La pasión, la acción de padecer, de sufrir en lugar de realizar una acción, la acción de no actuar. Luego, obviamente, están todos los significados derivados: afectos, inclinaciones, apetitos, preferencias…, todos ellos “vehementes”, “desordenados” porque vienen marcados por ese matiz de pasividad que nos hace últimamente irresponsables de ellos. Nos sobrevienen, nunca los elegimos. Pueden movernos a acciones y decisiones, pero nunca serán éstas, por su origen pasional, muy de fiar. La pasión puede ser una “gracia” o una “maldición”. Probablemente sea las dos cosas a la vez, dependerá del momento en que la vivamos o de las consecuencias a las que nos arrastre. Porque nos arrastra. Por eso, en los momentos de orgullo, renegamos de ella y nos rebelamos. Aunque llegan otros, los momentos de apatía, en los que la invocamos y añoramos.

No nos bastamos a nosotros mismos para dar sentido a nuestras vidas. No somos ni queremos ser puros “agentes”. También necesitamos de lo extraño, lo que no está en nuestro poder, lo que nos posee. Dejarse llevar por la pasión sin resistencia nos niega, nos reduce a nada. Renunciar, o conseguir la imperturbabilidad de ánimo que nos haga inmunes a ella, también. Parece que la única salida es desear su ataque y enfrentarse a él, aunque sin poder desear tener una victoria completa. Querer una cosa y la contraria a la vez. Sí, a lo mejor eso es vivir. A lo mejor por eso se llama Pasión (con mayúsculas) a la de Cristo: ser Dios y, a la vez, sufrir (y querer) su abandono. A lo mejor para seguir siendo quienes somos tenemos que abandonarnos. Mejor dicho, someternos o sufrir este abandono. Dejar de ser para ser, con la esperanza secreta, quizá, de que nos salven.

Que viváis como se merece y os merecéis este tiempo de pasión.

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