lunes, 22 de diciembre de 2014

Librerías de ocasión



Por J. Teresa Padilla

Cerca de donde vivo hay una pequeña librería. Aunque sus propietarias lo han pasado mal estos últimos años, ahí siguen. Desde luego no gracias a mí, que hace tiempo que no me puedo permitir el lujo de desembolsar veinte euros o más por un libro. No soy, a mi pesar, una clienta asidua, pero sí una presencia bastante habitual ante su escaparate. Especializada en libros de historia (cuenta, de hecho, con una pequeña editorial propia), tiene, no obstante, una escogida y suficientemente amplia oferta de obras de literatura de ficción y ensayo más generales. Su escaparate, que renuevan de forma regular, ofrece novedades y reediciones muy diferentes a las que podemos encontrar en los de las grandes superficies del libro. Es grande y, no sólo está dispuesto con mucho gusto, sino muy bien aprovechado. Conclusión: resulta imposible no encontrar en él libros que te encantaría leer (y poseer, que no se me olvide explicaros esto). Así que, allí suelo estar, relamiéndome de gusto como si del escaparate de una pastelería se tratara y aguantándome las ganas como si estuviera a dieta. De la magnitud de mi sufrimiento os podéis hacer idea si tenéis en cuenta que saco a pasear a mi perra tres veces al día justo por delante y que me pilla de camino al súper y al colegio de los niños.

Quizás os preguntéis por qué no pongo fin a la tortura pasándome al libro electrónico. Os mentiría si os dijera que tras una detenida reflexión he concluido que no, que no me vale. No, no me valen los libros electrónicos (esto es verdad), aunque las razones de tal negativa no han sido objeto, hasta este mismo momento en que escribo, de ninguna reflexión. Pero, aunque no detenidamente meditadas, no dejan de ser razones. Primera razón: para lo que son realmente, me parecen muy, muy caros. Porque real, realmente, son poca cosa; de hecho, no son “cosas”: son datos, información o como queráis llamarlo. Pero un libro es una cosa, luego un e-book es, en todo caso (vaya con las cosas y los casos), un cosa (libro) virtual. Una pura contradicción. Unos me dirán que lo que se paga es la “obra”. Sí, pero la obra es el alma del libro, no el libro entero. Otros me dirán que se puede leer en una pantalla igual que se puede escribir en un ordenador. Pues a unos y otros respondo con la segunda y la tercera de mis razones. Tercera razón (que empiezo contestando la última de las objecciones): yo no puedo (entiéndase leer una novela, ensayo o cuento suficientemente largo en una pantalla). Es mi problema, pensaréis. Sí, mi problema y mi razón. Una de ellas. Segunda razón (al hilo de la necesaria distinción entre contenido y continente): soy demasiado “física” para contentarme con el espíritu o alma del libro (la obra) y renunciar a su cuerpo. Para mí esto sería, en realidad, como mantener una relación con alguien exclusivamente a través de Skype: tarde o temprano necesito abrazarlo, verlo de verdad o tomarme unas cañas con él. Necesito la cercanía, la proximidad física. Si no, la relación termina siendo frustrante. Un texto en pdf o e-pub puede atraer mi interés, conseguir, incluso, que lo que llegue a leer en él despierte mi deseo de seguir hasta el final, pero para satisfacer este deseo necesito el libro de verdad, el no virtual. A esto me refería cuando comentaba que lo que ansiaba ante el escaparate de la librería no era sólo leer, sino también poseer el libro. Poseer no significa aquí ser propietaria. Es una forma de posesión que dura única y exclusivamente lo que dura el acto de lectura y que se identifica con él. Igual sirve el libro de un amigo que el de una biblioteca.

Escribo esto y me percato de que existe una “erótica del libro”. Me apunto mentalmente el tema, que promete. Porque lo que quería contaros es la forma alternativa de saciar mi apetito lector que descubrí hace unos días. Alternativa a la compra que no puedo permitirme y al préstamo, que hemos concluido que el e-book no es una auténtica alternativa, al menos para mí.

Soy consciente de que probablemente descubrí el Mediterráneo cuando entré por primera vez en aquella librería de segunda mano. Pero mi experiencia se limitaba hasta entonces a la Cuesta de Moyano o la Feria del libro antiguo, en las que encontrar algo interesante a buen precio requiere una importante inversión de tiempo, esfuerzo y paciencia. Eso por no hablar de las incómodas aglomeraciones.

He pasado por delante de este tipo de librerías en otras ocasiones. Normalmente tienen pequeños escaparates donde se muestran, bien lo que parecen auténticas antigüedades, bien pequeños y maltrechos libros adquiribles a partir de un euro. Las primeras imponen un respeto reverencial; las segundas no infunden ninguna esperanza de encontrar nada que valga más que el papel en el que está impresa. Ni en unas ni en otras se suele ver desde fuera lo que se esconde dentro. Ninguna invita, aunque por diferentes razones, a entrar.

La semana pasada un amigo me llevó a una de estas librerías. Una de las de “a partir de un euro”. Como conozco su gusto por la denominada “literatura popular” de otras épocas, no esperaba más que pasar un rato agradable escandalizándome, una vez más, de los auténticos bodrios que es capaz de leer. Nada más entrar había pilas y más pilas de libros sobre sacos de tela que, a todas luces, contenían todavía más que esperaban ser puestos a la venta. Como presuponía y temía, en estas columnas verticales los libros se apilaban sin orden ni concierto, pero me sorprendió comprobar cómo había muchas cosas interesantes y en un estado en ocasiones mejor que el de muchos libros nuevos que en las grandes librerías están ennegrecidos y con claros signos de haber sido manoseados sin excesiva pulcritud. Había cosas de Julián Marías por cuatro euros, de Gómez de la Serna por un precio similar, y hasta una excelente edición de la Biblia de Jerusalén impecable que no llegaba a los veinte euros. Sin embargo, el auténtico descubrimiento me esperaba a continuación de la mesa que sirve de caja. Allí se levantaban varias hileras de estanterías, como las que encontramos en las bibliotecas, repletas de libros perfectamente ordenados por temáticas. Todo tipo de temas (ensayo histórico, filosófico, legal, literatura clásica, bestsellers, literatura contemporánea española, extranjera, latinoamericana, infantil y juvenil, diccionarios, idiomas…). Encontré la edición de un libro que hacía tiempo quería tener, una obra desconocida de un autor con el que di en la biblioteca un poco por casualidad y del que todo lo que he leído me ha parecido excelente, un clásico que me da vergüenza reconocer que nunca he terminado, porque la edición que poseo del mismo siempre me ha resultado muy incómoda, y, por último, un título que pienso regalar estas navidades. Todos en perfecto estado. Y tuve que ofrecer una dura resistencia ante otras muchas tentaciones. Me gasté veinte euros (me descontaron uno para redondear) y volví a casa más contenta que unas pascuas. He empezado con la lectura del clásico, que ya era hora. Y sí, con esta edición tengo química: me gusta su tacto, su papel y avanzo sin esfuerzo disfrutando como nunca había sido capaz de la joya que contiene. Es el Quijote.

La librería se llama Ábaco. Yo estuve en la de la calle General Álvarez de Castro número 3 (hay otra en Raimundo Fernández de Villaverde). Os animo a visitarla. Seguro que encontráis tentaciones a las que sí os podéis dar el gusto de sucumbir.

10 comentarios:

  1. Cabe seguir descubriendo sitios donde los libros tienen palabra, más allá de los ebooks han de quedar los libros a papel, su olor y su tacto son superlativos difíciles de manifestar en la electrónica. Acariciar y sentir el libro es acariciar y sentir con amor. Seamos amorosos.

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  2. Estoy contigo, Teresa, digan lo que digan digan, el LIBRO, con mayúsculas, es el de papel, el e-book no tiene "duende". La historia se repite, pasará como con los discos de vinilo, que en su día fueron arrinconados por la llegada del "cd" y ahora parecen renacer pasito a pasito...

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    1. Gracias, Rosa, por tu comentario. ¿Y qué me dices de las pelis en VHS que no podrás ver cuando se te rompa el reproductor? Tanto a efectos románticos como prácticos prefiero lo que no necesita más lector que yo misma y estos ojitos...

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  3. YO . . . EL LIBRO USADO

    “Soy conocimiento, luz y pensamiento.”

    Orgulloso grito,
    mi origen bendito,
    nací en una imprenta,
    sin mancha ni afrenta.

    Crecí en los estantes,
    baldas, confortantes,
    pasé varios años
    en los entrepaños.

    Anaquel, repisa,
    sin correrme prisa,
    me mostré en vitrinas,
    algunas muy finas.

    Probé aparador,
    también mostrador,
    sabia estantería,
    de una librería.

    Por cierto descuido,
    caí en el olvido,
    sólo, sin respaldo,
    viví siendo saldo.

    En bodegas varias,
    sintiéndome paria,
    estuve apilado,
    dañado, . . . cansado.

    Lleno de pesares,
    conocí bazares,
    anduve en las “ferias”
    de las periferias.

    En tianguis de barrio,
    padecí “mal fario”,
    sentí escalofrío,
    toqué suelo frío.

    Sufrí, cual gusano,
    fui de mano en mano,
    de gente ignorante,
    conducta aberrante.

    “Cháchara”, me dicen,
    “viejo”, me maldicen,
    arrancan mis pastas,
    preciosas y castas.

    Me rompen las hojas,
    que lucen añosas,
    me pisan, me avientan,
    mi ser desalientan.

    Hoy, luzco maltrecho,
    mas no soy desecho,
    aunque estoy “usado”, . . .
    quiero ser comprado.

    Respeto exijo,
    con celo prolijo,
    requiero cuidado,
    ser revalorado.

    Pues, no soy “pirata”,
    de tinta barata,
    cultura contengo,
    a eso me atengo.

    Necesito, urgente,
    por lúcida gente,
    ser reglamentado
    y . . . dignificado.

    Autor: Lic. Gonzalo Ramos Aranda
    México, D. F., a 15 de octubre del 2007
    Dedicado a mi papá, Gonzalo Ramos Amaya (QEPD)
    Reg. SEP Indautor No. 03-2008-071113112400-14

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    1. Muchísimas gracias, Gonzalo, por compartir tu poema con nosotros. Al leerlo he pensado que igual que a un libro, podría referirse al trato que reciben algunas personas en el mundo de hoy (un mundo de usar y tirar). Espero que sigamos en contacto a través de este blog. Un saludo.

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    2. Al contrario, Teresa, gracias a Usted, por su atención, por su interesante sitio web y por dar foro. Leyó muy bien el mensaje subliminal (o entre líneas) del texto. De hecho, algunas personas se han sentido identificadas con lo referido en el mismo. Le comento que, le añadí una cuarteta. Si me permite, le enviaré nuevamente el poema (y eliminamos el otro). Quiero poner otro poema a su amable consideración que se denomina: "LiBRERIA DE VIEJO". Espero sea de su agrado. Hasta luego.

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  4. YO . . . EL LIBRO USADO

    “Soy conocimiento, luz y pensamiento.”

    Orgulloso grito
    mi origen bendito,
    nací en una imprenta,
    sin mancha ni afrenta.

    Deseado, . . . amado,
    salí encuadernado
    del taller, cordial,
    de una editorial.

    Crecí en los estantes,
    baldas, confortantes,
    pasé varios años
    en los entrepaños.

    Anaquel, repisa,
    sin correrme prisa,
    me mostré en vitrinas,
    algunas muy finas.

    Probé aparador,
    también mostrador,
    sabia estantería,
    de una librería.

    Por cierto descuido,
    caí en el olvido,
    sólo, sin respaldo,
    viví siendo saldo.

    En bodegas varias,
    sintiéndome paria,
    estuve apilado,
    dañado, . . . cansado.

    Lleno de pesares,
    conocí bazares,
    anduve en las “ferias”
    de las periferias.

    En tianguis de barrio,
    padecí “mal fario”,
    sentí escalofrío,
    toqué suelo frío.

    Sufrí, cual gusano,
    fui de mano en mano,
    de gente ignorante,
    conducta aberrante.

    “Cháchara”, me dicen,
    “viejo”, me maldicen,
    arrancan mis pastas,
    preciosas y castas.

    Me rompen las hojas,
    que lucen añosas,
    me pisan, me avientan,
    mi ser desalientan.

    Hoy, luzco maltrecho,
    mas no soy desecho,
    aunque estoy “usado”, . . .
    quiero ser comprado.

    Respeto exijo,
    con celo prolijo,
    requiero cuidado,
    ser revalorado.

    Pues, no soy “pirata”,
    de tinta barata,
    cultura contengo,
    a eso me atengo.

    Necesito, urgente,
    por lúcida gente,
    ser reglamentado
    y . . . dignificado.

    Autor: Lic. Gonzalo Ramos Aranda
    México, D. F., a 15 de octubre del 2007
    Dedicado a mi papá, Gonzalo Ramos Amaya (QEPD)
    Reg. SEP Indautor No. 03-2008-071113112400-14

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  5. LIBRERIA DE VIEJO

    “Se vuelve lo más deseado, el hallazgo . . . inesperado.”

    Librería de viejo,
    la de aroma añejo,
    librería de usado,
    del tiempo pasado.

    Frecuentes visitas,
    todas exquisitas,
    lugar fascinante,
    misterio constante.

    Pisar laberinto
    del saber, . . . recinto,
    encapsulamiento
    del conocimiento.

    Como en docta gruta,
    emprender la ruta,
    seguir el camino
    de nuestro destino.

    Andar callejones,
    recorrer secciones,
    vagar por pasillos,
    estrechos corrillos.

    Vivencia, existir,
    mundano sentir,
    vitrinas, estantes,
    sorpresas bastantes.

    Mirar ejemplares,
    goces oculares,
    bellos empastados,
    folletos gastados.

    Observar impresos,
    volúmenes viejos,
    textos incunables,
    todos invaluables.

    Colecciones serias,
    las enciclopedias,
    ex libris, cultura,
    el arte es ventura.

    Curioseando vibro,
    ¡bendito es el libro!,
    en manos delicia,
    táctil la caricia.

    Hojeando las obras,
    la vida recobras,
    nostalgia, emoción,
    late el corazón.

    Clásico adorado,
    descatalogado,
    revistas añosas,
    esperan ansiosas.

    ¿Estudiar tú gustas
    las biblias vetustas?,
    esas más antiguas,
    hoy, están exiguas.

    Leyendo, no pecas,
    joyas, bibliotecas,
    de papel alhajas.
    tu ser agasajas.

    Precio, poco importa,
    su edición te aporta,
    sapiencia, instrucción,
    sabia educación.

    Librero anticuario,
    arca, relicario,
    que asilas los saldos,
    opacados, gualdos.

    Bodegas, tapanco,
    Cliente digno, franco,
    de segunda mano,
    Mercader, hermano.

    Repudio a lo injusto,
    el trato más justo.
    alma reconcilia,
    tomos, bibliofilia.

    Preservar el rito,
    lo demás . . . es mito,
    ¡hábito, fiel tradición,
    el hallazgo de ocasión!

    Autor: Lic. Gonzalo Ramos Aranda
    México, D. F., a 14 de marzo del 2006
    Dedicado al Sr. Fermín López Casillas
    Reg. SEP Indautor No. 03-2007-082112003600-14

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    1. Gracias, Gonzalo, por seguir ahí y por el nuevo poema. Me da pena borrar la primera versión de "Yo... el libro usado" (es uno de los primeros comentarios que tuvo el blog y el primero de una persona hasta entonces desconocida), así que de momento, y a no ser que insistas, lo dejo ahí. Un saludo afectuoso.

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